En esta sección, presento una breve reflexión sobre cómo la pandemia de covid-19 ha afectado a mi docencia.
Desde marzo de 2019, los docentes de la Universitat de Barcelona y de la gran mayoría de las otras universidades españolas y de otros estados europeos y del resto del mundo, nos estamos enfrentando a un reto sin precedentes debido a la pandemia de covid-19. La pandemia ha puesto en evidencia las carencias de nuestro estado del bienestar, incluyendo no sólo el sistema sanitario, sino también el sistema educativo.
La Universidad, como parte fundamental del sistema educativo, también se ha visto fuertemente afectada. De un día para otro, y sin previo aviso, las universidades presenciales nos hemos transformado en universidades a distancia. Sin embargo, a diferencia de estas últimas, ni el alumnado ni el profesorado estaban preparados para este cambio, Los planes docentes y las actividades dentro de las asignaturas han tenido que improvisarse para poder adaptarlos a las nuevas circunstancias (ver sección "Proyecto de innovación"). Además, las infraestructuras y los medios económicos para una transformación de este calibre han brillado por su ausencia. Muchos profesores nos hemos visto abocados a poner muchas horas y nuestros propios medios (ordenadores personales, conexión de internet) para intentar salvar la papeleta. Y esto lo hemos tenido que hacer en unas circunstancias personales y familiares muy difíciles, con consecuencias para nuestra salud mental.
En mi experiencia, considero que los/las profesores/as universitarios han respondido de la mejor manera posible, aunque los resultados en el aprendizaje de los/las estudiantes seguramente no hayan sido, en la mayor parte de los casos, los esperados. De todas maneras, espero que los/las estudiantes y la sociedad en general sepan valorar el esfuerzo que se ha hecho.
El hecho de haber cursado el Máster en Docència Universitària per a Professorat Novell como alumno me ha permitido vivir la pandemia no sólo desde la perspectiva del profesorado, sino también desde los ojos del alumnado. He podido experimentar la pandemia desde ambos lados de la pantalla. Esto me ha permitido darme cuenta, entre otras cosas, de lo complicado que resulta seguir clases en línea durante varias horas, de lo que puedes llegar a echar de menos la interacción presencial con los compañeros/as de clase, y, en definitiva, de lo difícil que puede resultar mantener la motivación por seguir estudiando. Creo que el haber podido experimentar estas cosas me ha hecho diseñar e implementar mis clases como profesor de una manera diferente, tratando de potenciar la empatía con los/as estudiantes. Espero haberlo conseguido, aunque sea un poco...
Al inicio del curso 2020-2021 se pretendió volver a una cuasi normalidad mediante una actividad docente semi-presencial. Al poco tiempo de empezar el curso, se demostró que esta estrategia fue equivocada y la pandemia nos obligó a volver a las clases en línea, manteniendo únicamente las clases de prácticas como presenciales. Solamente hacia finales del curso se nos permitió dar algunas clases teóricas presenciales. Pese a que soy un claro partidario de las clases presenciales, dadas las circunstancias, yo hubiera apostado por la no presencialidad desde el principio del curso 2020-2021, al menos durante el primer cuatrimestre. La certidumbre es clave a la hora de planificar y poder afianzar un cambio real en el modo de impartir las clases en línea. Y evitar el desplazamiento de miles de personas a y desde las universidades es un beneficio evidente para la salud publica.
¿Qué pasará en el curso 2021-2022? Se está hablando de volver de nuevo a una cuasi normalidad. Así se explicita en las últimas comunicaciones por parte del Rectorado, Generalitat y Ministerio. Pero las altas tasas de contagios, mucho mayores que las que teníamos en el verano de 2020, especialmente entre la población joven, me hace pensar que nos volveremos a equivocar si planteamos esa vuelta a la presencialidad total. Ojalá me equivoque...
La Universidad, como parte fundamental del sistema educativo, también se ha visto fuertemente afectada. De un día para otro, y sin previo aviso, las universidades presenciales nos hemos transformado en universidades a distancia. Sin embargo, a diferencia de estas últimas, ni el alumnado ni el profesorado estaban preparados para este cambio, Los planes docentes y las actividades dentro de las asignaturas han tenido que improvisarse para poder adaptarlos a las nuevas circunstancias (ver sección "Proyecto de innovación"). Además, las infraestructuras y los medios económicos para una transformación de este calibre han brillado por su ausencia. Muchos profesores nos hemos visto abocados a poner muchas horas y nuestros propios medios (ordenadores personales, conexión de internet) para intentar salvar la papeleta. Y esto lo hemos tenido que hacer en unas circunstancias personales y familiares muy difíciles, con consecuencias para nuestra salud mental.
En mi experiencia, considero que los/las profesores/as universitarios han respondido de la mejor manera posible, aunque los resultados en el aprendizaje de los/las estudiantes seguramente no hayan sido, en la mayor parte de los casos, los esperados. De todas maneras, espero que los/las estudiantes y la sociedad en general sepan valorar el esfuerzo que se ha hecho.
El hecho de haber cursado el Máster en Docència Universitària per a Professorat Novell como alumno me ha permitido vivir la pandemia no sólo desde la perspectiva del profesorado, sino también desde los ojos del alumnado. He podido experimentar la pandemia desde ambos lados de la pantalla. Esto me ha permitido darme cuenta, entre otras cosas, de lo complicado que resulta seguir clases en línea durante varias horas, de lo que puedes llegar a echar de menos la interacción presencial con los compañeros/as de clase, y, en definitiva, de lo difícil que puede resultar mantener la motivación por seguir estudiando. Creo que el haber podido experimentar estas cosas me ha hecho diseñar e implementar mis clases como profesor de una manera diferente, tratando de potenciar la empatía con los/as estudiantes. Espero haberlo conseguido, aunque sea un poco...
Al inicio del curso 2020-2021 se pretendió volver a una cuasi normalidad mediante una actividad docente semi-presencial. Al poco tiempo de empezar el curso, se demostró que esta estrategia fue equivocada y la pandemia nos obligó a volver a las clases en línea, manteniendo únicamente las clases de prácticas como presenciales. Solamente hacia finales del curso se nos permitió dar algunas clases teóricas presenciales. Pese a que soy un claro partidario de las clases presenciales, dadas las circunstancias, yo hubiera apostado por la no presencialidad desde el principio del curso 2020-2021, al menos durante el primer cuatrimestre. La certidumbre es clave a la hora de planificar y poder afianzar un cambio real en el modo de impartir las clases en línea. Y evitar el desplazamiento de miles de personas a y desde las universidades es un beneficio evidente para la salud publica.
¿Qué pasará en el curso 2021-2022? Se está hablando de volver de nuevo a una cuasi normalidad. Así se explicita en las últimas comunicaciones por parte del Rectorado, Generalitat y Ministerio. Pero las altas tasas de contagios, mucho mayores que las que teníamos en el verano de 2020, especialmente entre la población joven, me hace pensar que nos volveremos a equivocar si planteamos esa vuelta a la presencialidad total. Ojalá me equivoque...